lunes, 20 de enero de 2014

Yong Ho Ji

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Del matrimonio

Cuando nos casamos, trajimos al matrimonio todo lo que había hecho nacer este amor. Pero también trajimos nuestra infancia, nuestros demonios, nuestras debilidades. Las cosas que pueden destruir cualquier matrimonio si se las deja que florezcan.

Una mujer le pide a su marido ciertos derechos, ciertas conseciones, ciertas igualdades. Cuando una mujer consigue todo eso... ya no es mujer.

El hombre raras veces tiene a la mujer que necesita... si no a la que ha encontrado. Hay algunas que no saben adaptarse a lo que necesita su marido. Hay unas cuantas que saben y quieren. Pero el mayor número, y éstas son las peores, lo componen las que no quieren.

Gastamos nuestras energías levantando barreras, sin atrevernos a examinar nuestro propio interior, pero sólo para justificar nuestra ineptitud.

Como la mayoría de las mujeres, fuí al matrimonio preguntando: "¿Qué me reserva este estado? ¿Qué clase de vida me dará mi marido?" Nunca me pregunté de verdad: "¿Qué puedo hacer yo por el?"

Y de este modo resulta que guisamos las comidas, por que es preciso guisarlas. Pero no entramos en la cocina llenas de gozo por que lo que hacemos procurará felicidad a nuestros maridos. Guisamos para proteger nuestra situación, para conseguir un elogio o solamente para cumplir un deber.

Y cuando nos entregamos al marido, hacemos solamente lo necesario y lo que debemos por nuestras propias y egoístas razones. ¿Cuántas mujeres se entregan al marido por el placer que esto le causa a el?

Y sin embargo, únicamente a través de ese placer puede saber de verdad una mujer lo que es ser mujer.

Yo nunca lo he sabido, por que ser mujer es dar.


Nicole Devereaux
TOPAZ

De barcos y mujeres


Sé de hombres que gastaron cienmil libras contantes y sonantes por barcos diseñados por los mejores ingenieros navales, construidos en los mejores astilleros de Holanda o de Inglaterra, con el casco de acero, la cubierta de teca y todo tipo de cosas a bordo: radar, lavadoras eléctricas, aire acondicionado, piloto automático, y que maldijeron el día que el condenado trasto fué botado al agua, estuvieron dispuestos a venderlo por el precio de una caja de whisky, y no encontraron comprador.

La palabra razonable no ser emplea cuando se habla de barcos. Lo que es razonable para un hombre, es una completa locura para otro, si entiende lo que quiero decir. Por ejemplo: un hombre tiene un barquito que es una monería, que tal vez le ha costado veinte o treintamil libras, pero tal vez su mujer se marea continuamente, o sus negocios han ido mal este año y los acreedores le siguen la pista, o ha hecho mal tiempo para navegar, o ha bajado la bolsa y los comunistas parece que van a hacerse del poder en Francia o Italia, o que va a haber guerra, o que los inspectores del fisco le persiguen por alguna trapacería, quizá por que no declaró que había pagado el barco con dinero guardado a escondidas en un banco de Suiza. Por consiguiente, tiene prisa en desprenderse de el, y precisamente aquella semana, nadie quiere comprar barcos...

Los barcos son como las mujeres: algunas cuestan caras, otras, baratas. Pero el precio que pagas nada tiene que ver con la satisfacción que te producen.

Jennings
HOMBRE RICO, HOMBRE POBRE

Mensajes espirituales


Doc me ha explicado que nuestro comprador de San Bernardino siempre trataba de rebajarnos el precio mediante la táctica intimidatoria de amenazar con buscar los radios en otra parte.

Doc ha dicho que eso no podía tolerarse más y que yo debía visitar al hombre con un mensaje espiritual que le enseñara un poco de humildad.

Doc no ha dicho nada más hasta que hemos tenido las radios cargadas en el camión y hemos llegado cerca de San Bernardino. Allí me ha confiado: "Ese mezquino tiene un gato que le encanta. Los mezquinos adoran a los animales irracionales por que comparados con ellos, son aún más impotentes. Quiero que estrangules a ese gato delante de su mezquino dueño. Si coges al gato por la cabeza, lo levantas del suelo y le rodeas el cuello con el meñique y el pulgar y aprietas bruscamente mientras tienes el índice y el corazón apoyados con fuerza por encima de las cejas del bicho, los ojos le saltarán de las órbitas mientras lo estrangulas. Haz eso por mí, Johnny, y te enseñaré otras formas de consolidar tu poder".

Lo hice.

El comprador nos suplicó, prometió que haría negocios en exclusiva con nosotros y le ofreció a Doc trescientos dólres como prima.

Doc no aceptó el dinero y respondió: "Mi prima es la lección que acabas de aprender y el bien que les hará a ti y a muchos otros".

Johnny DeVries
CLANDESTINO